Capítulo 1: La propuesta de Hector
La navidad era una de las épocas del año que más le gustaban
a Eric. Ver Chicago rebosante de luces de colores, adornado en cada esquina con
un árbol de navidad y papás Noel gordos y rojos como manzanas, le encantaba. Ese
año la casa Barón se había adornado hasta el último centímetro con implementos
navideños. Los hombres Barón no sabían si era porque a Bibi le había llegado la
crisis de la mujer madura (pero un poco al revés, más inmadura era que nada), o
porque había pillado una oferta en una venta de bodega. El olor de los bastones
de dulce y los chocolates que nadie debía comer hasta navidad inundaba el
ambiente. Y Eric estaba fascinado con la fijación de su madre con la navidad
ese año.
El que no estaba tan contento era Hector. A diferencia de
Eric, odiaba la navidad. Los últimos años esta festividad le había amargado la
existencia, recordandole que debía gastar dinero en regalos que no le nacían.
Según él, un regalo se daba cuando se sentía que se debía hacerlo, que el
corazón debía indicarle cuando darlos. Era algo romántico. Pero tampoco Hector
quería aceptar que no le gustaba gastar dinero.
Una mañana de diciembre los Barón desayunaban (otra vez)
galletas de jengibre con leche. Fuera nevaba con una intensidad feroz. En el
telediario decían que era una tormenta de nieve muy fuerte, pero que al cabo de
un par de días amainaria.
-Que horror.-Masculló Bibi al mirar por la ventana.- La
nieve me va a arruinar todos los adornos y luces. ¡Me ha costado tanto
ponerlos!
-Es una pena, mamá.- Contestó Eric observando con tristeza
como un papá Noel era decapitado por el viento.
-Ay sí, que pena me da.- dijo Hector, Irónico.
El hijo mayor había sido el duende navideño de su madre.
Bibi le había obligado a ayudarla en su tarea de adornar cada rincón de la
morada familiar. Además, la mujer había confeccionado para la vergüenza de
Hector, un traje de Santa Clos para su hijo. Hector había hecho una rabieta,
agradecido de que Eric no se encontraba cerca para burlarse y había jurado jamás
ponerse eso. Ya estaba bastante mayorcito como para ir disfranzandose.
-No seas rudo con tu madre, se ha esmerado en adornar la
casa.-le reprendió Roberto, quién también estaba harto del aire navideño. Pero
había intentado disimularlo por cariño a su esposa.
Se produjo un silencio en el que solo el viento aulló.
Roberto hizo el ademán de decir algo, pero cerró su boca en cosa de segundos.
Entonces Hector habló.
-Mamá, papá, quería proponerles algo.
-¿Qué cosa?- dijeron los padres al unísono.
-Que Arcon, Mao y Karime vinieran a pasar las navidades
aquí, a la tierra. Han venido muchas veces, si. Y hasta han ido de vacaciones
con nosotros. Pero jamás han pasado navidad con la familia Barón.
Eric y Roberto notaron enseguida que Hector
tenía una intención escondida: escapar de su casa, o mejor dicho, fábrica de
Santa.
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